miércoles, 15 de julio de 2009

Mi relación con la Montesa Impala (y III)




Ya de vuelta en Barcelona yo y mi cabreo éramos inseparables, y el hecho de coger el Metro cada día para ir a la oficina hacía que todavía estuviésemos más unidos. No paraba de darle vueltas al hecho de que el seguro no cubría el robo y que a mí me quedaban 2 años de letras para terminar de pagar una moto que ya no tenía, y que de momento no podía comprarme otra. Finalmente tuve claro que no me quedaba más alternativa que empezar a utilizar la Impala de mi padre que estaba aparcada en el garaje.
Y aquí empezó mi romance con la Impala. Los primeros días mala cara, reniegos y resignación, pero poco a poco fui viendo que la moto iba perfecta por ciudad y por carreteras reviradas, era cómoda, no gastaba nada y no sé, cada vez la encontraba menos fea. Así que a medida que pasaba el tiempo y que utilizaba la moto a diario me fue enganchando hasta el punto que desde entonces no me he planteado la posibilidad de comprarme una otro moto “moderna” ni durante los 6 años que trabajé en Yamaha España y tenía la posibilidad de comprar la Yamaha que quisiera a un precio de escándalo. 


Impalada 2007 (Foto: MC Ediciones)

Tras unos cuántos años conduciendo y disfrutando la Impala a diario leí que hacía pocos años que se habían vuelto a organizar las Impaladas, que en pocos días se celebraba una, y allí que me fui. Fue la edición del 2.001 en la que se salió desde L'Illa Diagonal y ya no he faltado a ninguna. Gracias a la Impala y a las impaladas he tenido ocasión de reencontrar amigos de mi padre a los que hacía años que no veía y la gran suerte de conocer a un montón de Impaleros...una gente magnífica a la que tengo intención de dedicar un capítulo exclusivo en este blog.

En fin, que a la Impala le costó sus añitos, pero finalmente me sedujo para siempre. Lo hizo sin prisa y segura de ella misma. Así es la Impala. Que pase el tiempo no tiene importancia por ella. La mía lo sabe, porque aunque es la más jovencita de la saga ha visto como sus hermanas mayores llevan seduciendo a sus propietarios desde el año 63 y generación tras generación. 

Rallye d'Hivern 2004 (Foto: Racing Files)


Lo tuvo clarísimo desde el principio, sabía que yo caería igual que lo ha hecho cualquiera que ha tenido la oportunidad de conducirla, y también sabía que una vez me enganchara ya sería irreversible. En estos años hemos hecho juntos muchos miles de kilómetros y nunca se ha quejado, siempre ha estado dispuesta y nunca le han importado ni los kilómetros que tuviese por delante ni si hacía sol, llovía o incluso nevaba...ni un simple resfriado ha sufrido esta Impala que sigue tan joven y ágil como el primer día y que sabe que siempre acabará seduciendo a quien ella se proponga.

Y para mí lo más importante de todo: Es la moto de mi padre, y no hay día que me suba a la Impala y no piense en él y recuerde lo que me decía que yo necesitaba en aquel lejano 1989...”Una moto cómoda, sencilla, de bajo consumo y preciosa”...tardé unos cuántos años en darme cuenta y entenderlo pero al final la lógica y el sentido común se impusieron y acabé convirtiéndome en un Impalero convencido. Ya tengo ganas de explicarles la historia de la Impala del abuelo a mis hijos... 
Ah!, y ya hace unos cuántos años que volví a montar el carenado blanco...Qué bonita que está!




martes, 14 de julio de 2009

Mi relación con la Montesa Impala (II)

El día que me examiné de práctica en Montjuïc mi padre me acompañó con su Impala. La intención era que hiciese la práctica con ella, pero claro está el radio de giro de una Impala y de una Vespa no tienen nada a ver y al negarme el examinador la posibilidad de aplazar la prueba para hacerla otro día con una Cota 307 sin matricular - creo que no me lo dijo pero con la cara que puso lo entendí rápidamente - pues no tuve más remedio que alquilar la Vespa.

La cosa fue muy bien y aprobé, pero más que el hecho de haber obtenido el carné, de aquel día lo que más recuerdo es la vuelta que mi padre me dio por Montjuïc recordándome los puntos más importantes del mítico circuito: La Pèrgola, Poble Espanyol, Sant Jordi, Recta de l'estadi, Teatre Grec, Font del Gat..., y aquí en “Font del Gat” fue donde le hicimos un genial “porfuera” a una NS125R que poco antes nos había adelantado a todo trapo y que hacía rato que iba buscando guerra...”Si que se aguanta esta Impala con dos personas”, “Qué le pasa a mi padre “ y “Qué malo que es este tío de la 125” son algunas de las frases que me pasaron por la cabeza.

Al cabo de unos meses, estando de vacaciones en Hostalets de Balenyà mi 125 gripó y en el taller me dijeron que la tendrían una semanita como mínimo...Ningún problema, por el pueblo me podía mover con la Cota hasta que me arreglasen la Honda, pero la cosa se retrasó, el recambio no llegaba y yo tenía que bajar a Barcelona para asistir al Concierto “Human Rights Now” con mi novia. En el Nou Camp tocaban Bruce Springsteen, Peter Gabriel, Sting, Tracy Chapman, El último de la Fila y Yossou N'Dour y no nos lo podíamos perder. Mis padres salían con el coche y la única opción que me quedaba era La Impala que yo todavía no había conducido prácticamente nunca. No lo olvidaré nunca, ni botón de arranque, ni estárter en el manillar, ni intermitentes y el cambio a la derecha...además no se por qué razón -o sí - a los colegas del pueblo aquella moto les hacía mucha gracia y yo debía pasar por el Ateneo del pueblo dónde habíamos quedado para ir a Barcelona , lo que no me hacía ninguna gracia.

 


Fue sólo coger la bajada de delante de casa y llegar al primer STOP ya me había equivocado de pie y convencido de que era el pedal de freno había reducido a 1ª con la consecuente clavada de rueda y por poco que no me voy al suelo. Nuestra relación no iba por muy buen camino. La bajada a Barcelona y retorno por la noche a las tantas tras la fiesta en Barcelona fue un calvario...todo el mundo me adelantaba, aquello no pasaba de 90 y si lo hacía al final de alguna recta en bajada y con el viento a favor, vibraba muchísimo y hacía un ruido que parecía que iba a explotar, no veía nada y además me sentía ridículo con aquel espantoso carenado blanco que mi padre había recuperado del altillo unos días antes y que en contra de mi opinión acababa de instalarle a la moto...Sólo le faltaba aquello a la Impala !.

Esto ocurría en Septiembre del 89 y no fue hasta dos años después que volvería a tener contacto con la Impala. La repentina muerte de mi padre en marzo del 92 nos dejó deshechos. Llegaba el mes de Abril y se acercaban las vacaciones de Semana Santa para las que meses antes ya habíamos previsto un viaje en moto a París con mi primo Víctor. Aprovechando la Inauguración de Eurodisney estaríamos unos días paseando por París en moto. Debido a las desgraciadas circunstancias, estábamos planteándonos cancelar el viaje, pero mi Madre insistió en que quería que hiciéramos el viaje igualmente y al final le hice caso...Me iría bien para pensar en otras cosas tras un mes muy duro. El viaje estuvo muy bien hasta la mañana en que teníamos previsto volver a Barcelona tras 5 días en París. Las motos no estaban en el parking!!!...Aquella noche nos habían robado las dos CBR600 nuevecitas...

Segovia 1991 con mi amigo Jordi Servalls

Mi relación con la Montesa Impala (I)





Mi padre fue un “Tomate” y por ello luzco orgulloso una pegatina de la escudería en el guardabarros de “su” moto. La historia de La Escudería Los Tomates es uno de los capítulos del magnífico e imprescindible libro “La IMPALA, su gente y sus carreras” de mi buen amigo y compañero del moto Club Impala Santi Ruiz, pero a grandes rasgos “Los Tomates” eran una pandilla de trabajadores de Montesa que como pilotos privados participaban en subidas en cuesta y rallyes de regularidad con el apoyo de fábrica y mantenían una estrecha relación tanto con los pilotos de fábrica como con los técnicos. Esto aportaba a la marca una información muy valiosa sobre el comportamiento de determinados componentes que más adelante podían acabar utilizando los pilotos oficiales. Los Sábados por la tarde “juergas y cachondeo” y los Domingos, excursiones y carreras... 

Algunos miembros de la Escuderia los Tomates. Mi padre con el 45


 Quién me lo debía decir !... la Impala me ha estado rondando a lo largo de los años y nunca le hice demasiado caso, más bien todo lo contrario. En 1989 cuando la Impala 2 llegó a casa fui bastante crítico con aquella moto que yo consideraba desfasada para la época y que mi padre había comprado por sustituir la Honda Revere 650 que tenía hasta entonces. Para mí la Impala era una moto “en blanco y negro”, de hecho era la moto de las "batallitas" de mi padre y de la que en casa había muchísimas fotos -en blanco y negro, claro está - de rallyes, subidas en cuesta, Montjuïc, etc..., pero nunca me había despertado ningún interés. Cuando mi padre llegó a casa y nos dijo que en el garaje tenía una moto nueva, yo y mis hermanos bajamos esperando encontrar algún último modelo de Honda, pero al ver aquella “moto antigua” la verdad es que nos quedamos un poco fríos.

 

Emilio Dominguez
Emilio Dominguez


En ocasiones le habíamos oído comentar que algún día volvería a tener una, que con ninguna moto se lo había pasado tan bien como con la Impala, que las sensaciones que había vivido sobre de esta moto nunca las había vuelto a sentir con ninguna otra moto, y que estaba harto de estas motos tan modernas a las que no se les puede cambiar una simple bujía sin desmontar antes media moto, y que además le iban demasiados grandes - Pocos meses antes había caído con una Transalp en un semáforo cuando llegando justito al suelo el pantalón se le enganchó al estribo, y no se lo sacaba de la cabeza -. La Impala 2 que llegó a casa era el último modelo que quedaba en la fábrica de Esplugues. Hacía poco que Montesa había entregado una partida de motos a la Policía de algún país suramericano, y sólo había quedado una unidad en fábrica. Entre los compañeros y amigos de mi padre le insistieron mucho en que se la quedara él, y viendo que Artemio Paladín, Arturo Rores, Jordi Permanyer, Paco Mateo, etc., todos la utilizaban a diario y estaban encantados, pues al final decidió volver a la Impala. En aquel 1989 yo tenía 20 añitos y me estaba sacando el carné de moto grande para comprarme una Honda NS125F (La “Rothmans”) que era la moto ideal según mis estándares. Era moderna, deportiva, potente y atractiva. Por el contrario, mi padre me insistía en que lo que yo necesitaba era una moto cómoda, sencilla, de bajo consumo y bonita como la Impala 2, y me decía que si quería todavía podríamos encontrar alguna nueva en algún concesionario Montesa... yo pensaba que mi padre ya se empezaba a hacer mayor y evidentemente seguía soñando con la Honda...
Quintanilla (92(, Roures (91), Palahy (82) y Dominguez (81)

Palahy y Dominguez. Rally de Lleida 1963